Efectos Estocásticos, Lo que la Ciencia Empieza a Revelar

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Efectos Estocásticos, Lo que la Ciencia Empieza a Revelar

La verdad es que cuando pensamos en radiación ionizante, lo primero que se nos viene a la mente es el cáncer. Y sí, ese riesgo es real, pero en mi experiencia como ingeniero biomédico, trabajando día a día junto a médicos y técnicos, me he dado cuenta de que hay otro lado de la historia que casi nunca hablamos: los efectos estocásticos no carcinogénicos.

Imagina esto: llevamos décadas usando la radiación como aliada en diagnóstico y tratamiento, y hoy se realizan más de 4,200 millones de estudios radiológicos al año en el mundo (dato de la OMS y UNSCEAR). Eso convierte a la radiación médica en la principal fuente de exposición artificial para la población mundial. Ahora, si bien esas dosis suelen estar dentro de los rangos permitidos, la pregunta que me hago —y que quiero compartir contigo— es: ¿qué pasa con la exposición acumulada en el tiempo?

El Otro Lado de la Radiación: Daños Silenciosos

Lo que estamos aprendiendo de la ciencia es fascinante y preocupante a la vez. La radiación no solo puede dañar el ADN y favorecer mutaciones, también:

  • Acelera el estrés oxidativo, el mismo proceso que envejece la piel bajo el sol, pero esta vez afectando vasos sanguíneos, corazón y cerebro.

  • Acorta los telómeros, esos “capuchones” que protegen nuestros cromosomas y que marcan cuántas veces puede dividirse una célula. Dicho en simple: la radiación adelanta el reloj biológico.

Un estudio reciente mostró que trabajadores expuestos a dosis bajas de forma crónica presentaban telómeros más cortos y mayor riesgo de enfermedad coronaria que la población general. Es un hallazgo que debería hacernos repensar la forma en que entendemos el riesgo ocupacional.

El Corazón en la Mira

La evidencia está creciendo: incluso dosis acumuladas moderadas pueden aumentar la probabilidad de infarto o enfermedad coronaria. Para que te hagas una idea, el informe BEIR VII indica que una dosis acumulada de 500 mSv —algo que un cardiólogo intervencionista podría alcanzar en 20 años de práctica— eleva significativamente el riesgo de daño cardiovascular.

Y no hablo de casos extremos: colegas expuestos de forma regular, año tras año, están dentro de ese rango. ¿Cuántos de nosotros realmente lo tomamos en serio?

El Cerebro, Otro Gran Afectado

Los efectos neurocognitivos son otra cara poco visible. En estudios con sobrevivientes de Chernóbil y pacientes sometidos a radioterapia craneal, se han documentado alteraciones en memoria y funciones ejecutivas. Incluso dosis bajas acumuladas pueden dejar una huella: no hablamos de demencias severas, sino de pequeños cambios que afectan la calidad de vida y la práctica clínica.

Lo Que Vivimos Día a Día en la Práctica

Las normas internacionales (ICRP) dicen que no debemos superar 20 mSv al año en promedio (cinco años), con un máximo de 50 mSv en un solo año.

Ahora bien, hagamos cuentas juntos:

  • Un procedimiento de cardiología intervencionista puede exponer entre 2 y 5 mSv.

  • Multiplica eso por docenas o cientos de procedimientos al año… y entenderás por qué muchos especialistas llegan a acumular 100 mSv en solo unos años.

Ese nivel ya está asociado con riesgos cardiovasculares y neurológicos, aunque estemos “dentro de los límites permitidos”.

Y aquí aparece otro problema: los dosímetros personales. ¿Cuántas veces se usan mal, se olvidan, o solo miden la dosis en una parte del cuerpo? Por eso, cada vez se habla más de complementarlos con biomarcadores de exposición, como aberraciones cromosómicas o acortamiento de telómeros.

¿Qué Hacemos Como Profesionales?

Yo creo que la clave está en cambiar la forma en que pensamos la protección radiológica. No basta con “cumplir la norma”; tenemos que reconocer que los efectos invisibles son reales y acumulativos.

Algunas recomendaciones que aplico y sugiero a colegas:

  • Formación continua: la protección radiológica no se aprende una vez, se actualiza siempre.

  • Regla de oro: distancia, tiempo y blindaje. Tres palabras que salvan vidas.

  • Monitoreo médico periódico, sobre todo en quienes acumulan más dosis.

  • Uso inteligente de la tecnología: dosímetros, sí, pero también biomarcadores.

Una Última Reflexión 

Este material fue diseñado para profesionales de la salud, por lo que se asume que el lector posee el conocimiento necesario para comprenderlo.

La salud y seguridad en el trabajo son fundamentales para los profesionales de la salud. Este material está diseñado para ayudarte a entender cómo puedes cuidar de ti mismo, ya que el objetivo es vivir dignamente sin carencias. No se trata de vivir para trabajar, sino de trabajar para vivir.

No hay necesidad de poner en riesgo tu vida por comodidad en el trabajo. Por ello, es importante protegerte y reducir los riesgos para evitar comprometer tu salud por una dosis extra o una ganancia mayor. Tu bienestar es lo más importante.

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